
A lo largo de su ya quinto trabajo pone de relieve el mensaje del evangelio, son conversaciones honestas e íntimas de su propia vida, testimonios de su fe pero tengo que confesar (nunca mejor dicho) que el ambiente pesimista que domina provoca que el resultado final se sienta un poco cansino. En cuanto al sonido se agradece que haya mantenido respecto a su trabajo anterior su caracter más orgánico, sofisticado, relajado y suave, con ciertos toques de jazz. Si se la conoce, uno sabe lo que la artista de Carolina te va a ofrecer, nunca defrauda una apuesta refrescante más propia de la década de los noventa y alejada de la sufrida embestida del autotune y el rnb en el gospel contemporáneo.