Sharon Jones & The Dap-Kings - Funk/Soul de manual

Los fans del sonido Stax, Atlantic o Motown estamos de enhorabuena porque Sharon Jones & The Dap-Kings acaban de publicar su cuarto disco I Learned The Hard Way. En efecto, coincidiendo con el cumpleaños de la vocalista (6 de abril) vuelven a hacer otro guiño a la historia y te transportan directamente a la mejor época del soul/funk añejos.

Pocos artistas se muestran tan devotamente comprometidos, retro convincentes, disciplinados y fieles al manual. Pocas cantantes controlan este estilo como ella, con su rítmico pavoneo. Pocas son tan hábiles como Sharon Jones para transmitir en cada gemido, emoción y sentimiento. Una vez más, la voz y los instrumentos se unen para formar algo que realmente conmueve e inspira. Su cuarto álbum no es sustancialmente diferente de los tres primeros, son 12 temas impecables, nuevamente producidos por Bosco Mann. Lo único novedoso podría ser la inclusión de una mayor presencia de coros en algunos cortes o el hecho de que se haya grabado utilizando una vieja Ampex de ocho pistas para conseguir mediante el sonido analógico un tono y estilo retro más cálido y natural.

Por lo demás los miembros de la banda Dap-Kings aportan su enorme talento. ¿Qué decir de su sección de cuerda? ¿De ese bajo? ¿De su sección de metales?. Forman una banda todoterreno de primera clase. Su historia está unida a la de la creación de Daptone Records por Gabriel Roth quién montó una banda residente para acompañar a los solistas que se fichasen y de paso ahorrar costes. Desde el año 2000, unidos a Sharon se han constituido en el complemento funky perfecto a la poderosa voz plena de soulful, todo un paradigma de eficacia narrativa emocional. A diferencia de algunos de los "renovadores", en un mercado que empieza a estar saturado últimamente, Sharon ha estado ahí desde hace tres décadas. Es una vocalista portentosa aunque sin gancho físico mediático que después de estar años y años cantando, le llegó por fin el éxito con el fantástico 100 Days, 100 Nights (2007). La entrega de la artista y su empatía total con su banda se ajusta a la perfección a las normas del género, sin salirse un milímetro, elevando a la condición de clásico cada melodía. Estamos ante un trabajo de pureza inaudita, perfeccionando ese sonido vintage aún más con cada nuevo disco.

Erykah Badu - Sin término medio

Todo un aluvión de comentarios (incluso una denuncia por desorden público) ha suscitado el video de "Window Seat", el primer sencillo de su nuevo trabajo New Amerykah Part Two: Return of the Ankh. Todo este revuelo porque Erykah se desnuda en la mítica plaza Dealey (Dallas) -donde fuera asesinado el presidente Kennedy- ante los ojos atónitos de los transeúntes.

Erykah Badu siempre ha generado sentimientos encontrados entre el público, se la critica y se la venera por igual, pero a nadie deja indiferente. Encantada siendo el centro de la polémica, ha gustado de cultivar una imagen excéntrica, mística al tiempo que cercana y terrenal. Ella es todo explosión creativa en la que conviven con absoluta normalidad Billie Holiday y los chicos del hip-hop. Si estás leyendo ésto seguro que ya sabes de qué lado te encuentras, yo confieso que no profeso un inquebrantable amor por ella aunque tampoco desdeño sus magníficas cualidades artísticas. Con retraso respecto a las fechas previstas (ha sido mamá recientemente), este disco supone el segundo capítulo de un ambicioso proyecto, una serie de al menos dos, posiblemente tres o cuatro, álbumes. La mayor parte del mismo se grabó al mismo tiempo que el primer disco y la amplia lista de colaboradores (Georgia Anne Muldrow, Madlib, Shafiq Husayn, Dilla (fallecido), James Poyser, Ahmir Thompson, y Riggins Karriem) es prácticamente similar. Sin embargo, su propuesta es muy diferente, menos desafiante a nivel musical o lírico pero a la postre más convincente que la atmósfera oscura, underground y menos melódica creada en New Amerykah Part One: 4th World Order.

En efecto, hace un par de años nos propuso una obra psicodélica-soul de fuerte contenido político que levantó las expectativas de que el rnb/hip-hop urbano aún podría ejercer un poder revitalizador que contrarrestara las tendencias negativas de su deprimente escena. El nuevo álbum carece de conexión temática con su predecesor, el contenido político ha sido suplantado por cuestiones más rutinarias sobre la vida y el amor. Es un álbum más espiritual y emocional, con un sonido orgánico-groove, más analógico y atemporal que incorpora samples e instrumentación en vivo muy de mi agrado. En todo caso es otro disco de contrastes, con ella parece no haber nunca término medio. O es blanco o es negro. En ocasiones me sube al cielo, se muestra sublime seduciéndome con un cálido sonido en temas como el citado primer single, "Turn Me Away" o "Gone Baby, Don't Be Long", para luego despertar bruscamente del sueño con otros temas que no acaban de llegar al alma negra de este humilde blanquito. Guste o no guste, ella siempre aporta originalidad y talento, algo muy, pero que muy escaso en el panorama musical actual.

Clásicos del soul - Aretha Franklin

Aretha Franklin es sin duda uno de los iconos de la música negra y más que cualquier otra representa la esencia gospel en la música soul. Su asombrosa colección de éxitos a finales de la década de los sesenta y principios de la década siguiente le valió el apodo de "Lady Soul" o "The Queen Of Soul", título indiscutido desde entonces.
Tras unos años en el sello Columbia en los que estuvo perdida por una dirección artística sin criterio todo cambió -y con ello la historia del soul- cuando en 1966 firma con el sello Atlantic. De la mano del productor Jerry Wexler, el ingeniero Tom Dowd y el arreglista Arif Mardin revolucionó el género con algunas de las grabaciones más grandes que se recuerdan.

La química fue instantánea y la voz mezzo-soprano de Aretha deslumbró con una intensidad y pasión desconocidas hasta ese momento. La artista de Memphis se convertirá de manera fulminante en una superestrella y también en un símbolo del orgullo de la comunidad afroamericana en una década de lucha y reconocimiento de sus derechos civiles. Serán años (1967-1972) de éxito rotundo y continuado gracias a su impulso creativo (no olvidemos su condición de compositora y gran pianista) y a su ecléctica selección de material para sus versiones (gospel, blues, pop o rock tendrán cabida en su repertorio). Sin embargo, el devenir de su carrera en los últimos 30 años (desde que finalizara su contrato con Atlantic) ha estado marcado por la pérdida de inspiración, la elección de un material y producción mediocres y el carácter intrascendente y poco consistente de sus grabaciones, impropios de una diva de la música. La mayor parte de su últimos éxitos han sido dúos o colaboraciones con otros artistas. En todo caso, hay que reconocer que siempre ha firmado un buen álbum en cada década: Amazing Grace (1972), Who's Zoomin' Who? (1985), A Rose Is Still a Rose (1998) o So Damn Happy (2003).

Son muchos los méritos que acumula. Como Sam Cooke, Ray Charles o Marvin Gaye contribuyó a la fusión del gospel y el pop. Desde el momento en que cantó "Respect" ayudó a completar la tarea iniciada por Billie Holiday y otras, al convertirse en un himno que reclamaba la dignidad de la mujer y de los derechos civiles de la comunidad negra. Su gran pasión y control vocal permitió obtener algunas de las grabaciones que mejor han definido a la la música soul en toda su gloria profunda y expresiva. No creo que haya nadie que cuente con un instrumento vocal como el suyo, pocas han tenido su control y técnica vocal o su extraordinaria combinación de la espiritualidad del gospel, el profundo sentimiento del blues y la sofistificación del rnb.

Message Soul - La conciencia social del soul en nuestros días

Mientras que la música soul de los años sesenta y setenta llevó el mensaje de los derechos civiles a un público más amplio, los artistas comprometidos socialmente hoy conforman una pequeña minoría, atrapados en un género que se asemeja más a un blucle de baladas de amor sin fin.

En efecto, la música negra no permaneció impasible al vértigo social de aquellas décadas y se convirtió en sostén de los movimientos civiles de la comunidad afroamericana. La propia música soul nació al calor de aquellos años cuando se orientó el fervor espiritual originario hacia el necesario cambio político. De esta manera contribuyó a resaltar el carácter pacífico de la protesta, transformándose aquellas canciones en auténticos himnos para las masas. Muchos artistas escribieron o interpretaron canciones con importante carga social y política: Sam Cooke, Otis Redding, Aretha Franklin, James Brown o Nina Simone. Pero ese compromiso sólo mantuvo su impulso vivo hasta la primera mitad de la década de los setenta con artistas de la talla de Marvin Gaye, Stevie Wonder o Gil Scott-Heron. A partir de ese momento, la música soul se despojará en gran parte de su mensaje social recogiendo el testigo la cultura rap y el hip-hop, convertidas a partir de la década de los ochenta en importante vehículo para la protesta contra la discriminación y la pobreza que enfrenta la comunidad negra en Estados Unidos.

No obstante, aún pervive debilitada aquella llama original y precisamente Jonathan Fischer, en el marco de sus series Black Radical Music, editó el año pasado para el sello alemán Trikont este disco que pretende recopilar algunas de las canciones protesta de la comunidad soul/rnb editadas en los últimos 10 años. Aquí se recogen hasta quince canciones para recordarnos que las nuevas generaciones también tienen sus inquietudes políticas, en los que la espiritualidad del soul se funde con la reinvindicación social y donde el atractivo musical queda relegado a un segundo plano porque el mensaje es lo verdaderamente importante. Ahora bien, la elección final del material está sesgada desde el principio, puesto que para realizar la selección se ha recurrido a un criterio fácil y contradictoriamente comercial, puesto que se han tomando únicamente como referencia aquellos artistas más populares de la escena neo-soul, aquellos que procuren el suficiente gancho comercial.

Adriana Evans - Un reino sin fronteras

Adriana Evans posee un estilo y talento escaso en la música actual. Ella es una de las artistas pioneras del llamado neo-soul y me gustaría añadir que es una de los mejores. No sólamente por sus impresionantes cualidades vocales, sino también por el fantástico talento compositor que demuestra a través de sus canciones.

Nacida para cantar porque estaba escrito en la herencia de sus genes. Expuesta desde su infancia tanto a la influencia del jazz y el blues (por ser hija de la vocalista de jazz Mary Stallings) como a la explosividad de la música afrocubana (por la cultura de su padre), ha sido capaz de construir un sonido caracterizado por la riqueza de su textura musical, al añadir a todo lo anterior su amor por el soul, el rock y el hip hop. Destinada como estaba a ser una "esponja" musical capaz de absorber e integrar todo tipo de influencias, sus discos exudan multiculturalidad por todos sus poros, un ejemplo de diversidad y eclecticismo musical. Su disco homónimo de début en 1997 fue rompedor si se tiene en cuenta el panorama musical de aquella época. Era una sincera combinación en el uso de la instrumentación en vivo (que afortunadamente mantiene hasta hoy) con algunos toques de jazz y hip hop y el clásico timbre de su voz que algunos comparan con Patti Austin, Minnie Riperton, Phyllis Hyman y otras... pero decir que es una amalgama de otros grandes artistas simplemente no le hace justicia, ella es única entre las demás.

Después del lanzamiento de su primer álbum decidió viajar por el mundo para encontrar una fuente ilimitada de inspiración creativa y ésta la encontró en Brasil, su nuevo hogar espiritual y musical. A su regreso a los Estados Unidos nada fue igual y se decidió a incorporar definitivamente los sonidos latinos a su sabroso cóctel musical. Su último disco Walking With The Night recién editado por el maravilloso sello británico Expansion Records supone un paso más en la misma dirección. Es un esfuerzo apasionado que explora los límites musicales, una oda a la creatividad sin restricciones, llena de melodías y canciones de inspiración atemporal. Adriana es capaz de construir puentes entre sus raíces neo-soul, sus influencias de jazz californiano y su obsesión por el sabor brasileño para proponernos un sonido orgánico hermoso, en el que reluce su magnífica voz, amplia, potente y expresiva, impecablemente afinada. Un buen disco -aunque inferior a su excepcional El Camino-, que desde el optimismo que rezuma la voz bella y sexy de la artista de San Francisco te hace sentir la buena música con canciones sencillas pero bien escritas. Como alguien muy bien describió su música, ésta es un reino sin fronteras, un lugar donde la exploración es el primer mandamiento, el descubrimiento la segunda y la restricción un pecado imperdonable. Amén.

 
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