Aaron Neville - I Know I've Been Changed (2010)

Quizás exagere y sólo sea un apreciación personal, quizás el artista interprete con esa dulzura y emoción características estos temas simplemente porque son grandes canciones y él es una gran cantante. Al fin de al cabo, el productor del disco Joe Henry ha intervenido directamente en la selección de estos temas tradicionales -casi reliquias del folklore-, canciones que fueron escritas para ser cantadas y compartidas por la comunidad y para la posteridad. Pero esa convicción, esa simplicidad, ese apasionamiento o el uso de la primera persona con la que interpreta parecen auténticas, convincentes sin que parezca que haya nada conceptual detrás de lo que esconderse.

El disco fue grabado con un cuarteto de gospel en sólo tres días por lo que la improvisación y la inspiración resultan determinantes en el resultado final. Ése es el método que gusta al productor, reunir un grupo de gente con talento en una habitación y no dejarlos salir hasta que hayan terminado de manera adecuada su trabajo, no puede fallar... Este álbum, en particular, se ha beneficiado de este enfoque que recuerda otros trabajos anteriores de Joe, en especial el minimalismo y el ritmo en Don't Give Up on Me (Solomon Burke) o las entonaciones bluesy en el álbum que hizo con Mary Gauthier. En especial destaca la figura del legendario pianista Allen Toussaint, viejo amigo de Aaron, cuyo formidable talento por sí sólo justificaría la escucha del disco y que empapa al trabajo de todo el espíritu festivo, enérgico y auténtico de las pequeñas iglesias Baptistas de los Estados Unidos. En general el trabajo de los músicos es más que notable, columpiándonos de manera alegre y contagiosa cuando los instrumentos no suenan como simple acompañamiento sino como otro miembro adicional del coro.

En definitiva nos propone una música hecha para cantar, canciones que tratan sobre la redención personal, la salvación, la vivienda, la liberación, esperanza, y se presentan como tales -como testimonio de algo real y e irrevocable. Experiencia espiritual, integridad personal y conciencia histórica se unen de la mano, música que mira al cielo pero con los pies en la tierra. Con ese ritmo de acompañamiento fácil y relajado semejante a una jam session improvisada en el sótano de una iglesia, con su vibrato inconfundible que apenas si ha cambiado desde aquel lejano Tell It Like It Is (1966) éste es un disco indicado para los entusiastas de gospel tradicional, así como los fans del blues, el folk, el soul y en general la música de raíces.

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