Como muy acertadamente leía recientemente a un compañero, no nos dejemos engañar, aunque con frecuencia se le considere uno más del grupo de artistas cultivadores del retrosoul en realidad este cantante, compositor, guitarrista y productor nativo de Los Angeles juega en otra liga, este no es su escenario natural. Nick es un rockero de corazón, por más que su música muestre tantos guiños cómplices con el soul o el rnb de los años sesenta que puedan resultarnos seductores.
En su segundo trabajo, mantiene un enfoque continuista respecto a su exitoso álbum de debut (Time's All Gone, 2012), sin asumir riesgos innecesarios habrá pensado él o su casa discográfica. Es decir, diez pistas (siete temas originales y tres versiones) llenas de licks de guitarra, melodías ágiles, ritmos tensos y precisos, audaces metales y remolinos de órgano. Embutido en su traje y corbata y ese aire a Buddy Holly, nos muestra su voz clara, brillante y un excelente fraseo herederos de mediados de los años cincuenta, con esa ligera reverberación habitual de aquellas sesiones de grabación delante de un micrófono. Su singular forma de interpretar siempre aparenta una cierta falta de emoción, un aire de indiferencia y distancia calculada, una pose de intelectualidad que no se corresponde con las grandes voces y la emotividad tan propia del soul. Holly nos propone media hora de sana diversión y relajación, un trabajo que denota respeto y aprecio por aquella música que nos deleita pero sin caer rendido ante nuestro género favorito.
1 comentarios :
Ayer tuve el placer de verlo en directo y he de decir que no decepciona, bastante más enérgico de lo que esperaba.
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