Entre la vorágine de novedades que se lanzaron a finales del año pasado se me olvidó comentar No Regrets, el segundo disco de esta nativa de Illinois que abunda en ese suave sonido rnb/soul atemporal que ya nos propusiera en su álbum de debut It Can Happen to Anyone (2007). Elisabeth es más conocida en su versión como estrella de Broadway y, en particular, por su interpretación en Shug Avery, una adaptación de la obra The Color Purple firmada por la mismísima Oprah-Winfrey, por la que fue nominada a los premios Tony y con la que llenó el teatro durante tres años consecutivos.
En realidad es una veterana cantante/compositora inclinada hacia el neo-soul/rnb que se ha tomado un tiempo de descanso después de descubrir que dedicaba tanto tiempo a su profesión que su hija pensaba que la niñera era en realidad su propia madre. Tras haber logrado un mejor equilibrio entre su vida personal y profesional, está de vuelta con este disco en el que pretende encontrar un difícil equilibrio entre el soul sofisticado de la vieja escuela al estilo Anita Baker y el hip-hop/rnb contenporáneo más próximo a Beyoncé. Para ello se ha puesto en manos de una serie de profesionales -compositores, productores y multinstrumentistas- para que construyan ese sonido de manera impecable, alternando baladas y temas con mayor ritmo en este disco en el que alimenta su servidumbre aportando labores de composición y poniéndose en "modo" diva aprovechando su poderosa y hermosa voz. El disco se divide en dos partes, una más "comercial" y otra en la que la cantante se libera de los grilletes y nos demuestra todo lo que puede llegar a hacer con su enorme potencial y esa dicción más propia de cantantes de jazz. Temas que nos dan una idea de lo que pudo haber sido -y no fue- si hubiera confiado más en su talento y menos en sus productores.
En realidad es una veterana cantante/compositora inclinada hacia el neo-soul/rnb que se ha tomado un tiempo de descanso después de descubrir que dedicaba tanto tiempo a su profesión que su hija pensaba que la niñera era en realidad su propia madre. Tras haber logrado un mejor equilibrio entre su vida personal y profesional, está de vuelta con este disco en el que pretende encontrar un difícil equilibrio entre el soul sofisticado de la vieja escuela al estilo Anita Baker y el hip-hop/rnb contenporáneo más próximo a Beyoncé. Para ello se ha puesto en manos de una serie de profesionales -compositores, productores y multinstrumentistas- para que construyan ese sonido de manera impecable, alternando baladas y temas con mayor ritmo en este disco en el que alimenta su servidumbre aportando labores de composición y poniéndose en "modo" diva aprovechando su poderosa y hermosa voz. El disco se divide en dos partes, una más "comercial" y otra en la que la cantante se libera de los grilletes y nos demuestra todo lo que puede llegar a hacer con su enorme potencial y esa dicción más propia de cantantes de jazz. Temas que nos dan una idea de lo que pudo haber sido -y no fue- si hubiera confiado más en su talento y menos en sus productores.
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