Hubo una época, a finales de la década de los sesenta y principios de la década de los setenta, en la que los pequeños sellos independientes grababan soul y funk en una o dos sesiones de grabación no más. Su preocupación era saciar la sed de música que hiciera feliz a la gente, aunque desde el punto de vista puramente técnico fueran manifiestamente mejorables. Con el tiempo esas grabaciones poco conocidas se han convertido en objeto de deseo por los coleccionistas.
Precisamente uno de esos obsesivos coleccionistas (Gilles Peterson) fue quién encontró aquellas grabaciones y como visionario se decidió resucitarlas para todos nosotros. Así, como un mago que saca un conejo de su chistera, aparece de la nada este artista cuyo único bagaje musical era una serie de singles editados en la década de los setenta aparentemente predestinados al olvido y la oscuridad total. Por ello, Let My People Go recupera sus primeros singles y algunas tomas de estudio inéditas. Un trabajo que nos retrotrae a aquellos tiempos en los que los discos se fabricaban de manera casi "artesanal", con la diferencia de que en este caso bien merece la pena encontrar el ansiado tesoro. Resulta refrescante volver a escuchar agradablemente "sueltos" en cada pista la sección de cuerdas, la guitarra y ese quejumbroso falsetto que por momentos nos evoca a leyendas como Al Green o Ronald Isley. Funk y soul atemporal sobre una base bluesy, una combinación irresistible...
Éste es uno de esos discos que precisan de todo tu tiempo libre para poder degustar el aroma embriagador de un verdadero clásico. No es un disco perfecto como tampoco lo es el artista, no es un prodigio vocal pero anda sobrado de carisma y actitud. Es el soul clásico de dientes afilados, que con rabia y cinismo denunciaba tanta injusticia social, como precursor de los poetas urbanos, del rap y del hip hop. Lo único que lamento es que haya tardado tanto tiempo en encontrarle y que su carrera fuera tan efímera.
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