Cynthia Jones no es una cantante de gospel al uso. No ya sólo porque fusiona de una manera eficaz gospel y neo-soul (Erykah Badu, Jill Scott, Kim Burrell o Lauryn Hill son influencias declaradas) sino porque al parecer las motos constituyen una de sus grandes pasiones. No sólo la vemos aparecer en la portada de su último trabajo enfundada en un traje de cuero chic posando junto a la máquina sino que incluso abre el álbum con un interludio dedicado al caracterísitico sonido "vroom" de su motor. Por cierto, siete interludios en un solo disco resultan un poco irritantes y artificiales.
A lo largo de su ya quinto trabajo pone de relieve el mensaje del evangelio, son conversaciones honestas e íntimas de su propia vida, testimonios de su fe pero tengo que confesar (nunca mejor dicho) que el ambiente pesimista que domina provoca que el resultado final se sienta un poco cansino. En cuanto al sonido se agradece que haya mantenido respecto a su trabajo anterior su caracter más orgánico, sofisticado, relajado y suave, con ciertos toques de jazz. Si se la conoce, uno sabe lo que la artista de Carolina te va a ofrecer, nunca defrauda una apuesta refrescante más propia de la década de los noventa y alejada de la sufrida embestida del autotune y el rnb en el gospel contemporáneo.
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